Historia

¿Por qué componer?

¿Por qué componer?
Comencé a componer a los cinco años. Me sentía muy triste porque varios familiares habían fallecido, así que en la habitación de arriba, que era casi un altillo, compuse mi primera canción, que decía algo así como: "Yo moriré como murió...". Ese es el primer recuerdo que tengo de componer, obviamente sin un instrumento. Más tarde, a los doce años, me regalaron mi primera guitarra. Mi papá, que había estudiado en el conservatorio, no quería enseñarme, así que empecé a tocar de manera autodidacta. Metía los dedos por todos lados hasta que surgieron los primeros acordes. Creo que el primero fue el Mi menor, y de ahí fui tratando de aprender otros.
Como no existía YouTube ni internet, me compraba unos libritos con canciones de Serrat, Soda Stereo, The Beatles, y otros. En esos libros venían los dibujos de cómo poner los dedos. Nunca pude pagar un profesor de guitarra, así que iba escuchando las canciones y tocando encima, probando diferentes posiciones. Descubrir un acorde era todo un mundo nuevo, no solo para inventar canciones, sino para poder tocar aquellas que nunca había podido sacar.
En la secundaria y con el resto de los estudios no tenía tiempo para tocar, así que pasé todos los recreos de los cinco años de secundaria sin salir, quedándome dentro del aula practicando. Me costaba mucho puntear porque ya habían pasado muchos años tocando de oído, lo que me hizo adquirir muchos vicios que dificultaban la ejecución del instrumento.
Más adelante, empecé a tocar el bajo en una banda y el teclado. Las canciones propiamente dichas comenzaron a surgir. Creo que el disparador fueron los primeros desengaños, las historias de amor y los primeros pedazos de corazón roto. Tuve dos cirugías de columna a los dieciocho años y, al verme así, mi novia se fue con otro. Gracias a Dios tenía mi guitarra, una lapicera y un papel. Fue así como compuse mis primeras canciones reales. Una de ellas, "Contigo en mis manos", la compuse para ella y recientemente fue grabada por Los Caballeros de la Cantina, un dúo de gran popularidad en Colombia. Es decir, unos 27 años después, el dolor finalmente vio la luz.
Eso es lo bello de la música y la composición de canciones: la posibilidad de convertir el dolor, el desengaño, la miseria y lo grotesco en arte. Ese arte puede llegar a oídos de otras personas que, al escuchar tu canción, dicen: "A mí me pasó lo mismo". Entonces te sientes acompañado, no estás solo. El mundo es uno solo con billones de almas latiendo en sincronía, con las mismas angustias, alegrías y luchas que tú. Por eso creo que ser compositor es ser uno mismo en otras almas.

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